La visibilidad es utilizada, en la práctica, como una línea de actuación principal por prácticamente todas las defensoras y defensores de derechos humanos, sus colectivos y organizaciones, como forma de dar a conocer su trabajo y posicionamiento, pero también para mejorar su protección generando atención y, posiblemente, una respuesta ante las amenazas y agresiones que sufren.
María San Martín, integrante de Front Line Defenders / marzo de 2018
La denuncia pública de una agresión o amenaza trata de recabar atención local e internacional para disuadir a los autores y buscar garantías para la integridad de personas y comunidades defensoras. También se trata de visibilizar y contrarrestrar los esfuerzos de difamación y descrédito, que pueden ser muy efectivos en debilitar las redes de apoyo de defensores y defensoras y, en la mayoría de los casos, preceden a ataques más graves. Gobiernos y empresas cuentan con vastos recursos de publicidad y relaciones públicas y una enorme capacidad de influencia para definir las narrativas prevalentes y expulsar a las voces críticas del debate. Para ello, como bien señala el imprescindible ‘Repensando la protección, el poder y los movimientos’, “aprovechan y refuerzan el racismo, el sexismo y otros prejuicios y formas de discriminación para generar miedo, legitimar la represión, definir qué personas o grupos son portadores de derechos y cuáles son las voces que cuentan”. Las narrativas que desacreditan la labor de las personas defensoras son más efectivas cuando se sustentan en creencias sociales arraigadas en las estructuras de poder. Por ello, las defensoras de derechos humanos no sólo enfrentan la descalificación de quienes se ven amenazados por su trabajo, sino cómo las creencias del papel social y cultural que corresponde a las mujeres limitan su participación política, también dentro de sus movimientos y familias.
El año 2016 fue marcado por el asesinato de la defensora indígena, ambientalista y feminista Berta Cáceres. Ese mismo año, al menos 281 personas defensoras de derechos humanos fueron asesinadas, 33 de ellas en Honduras. En el año 2017, la cifra se eleva a 312. La impunidad ante actos de violencia y la falta de respuesta y de medidas de protección ante las amenazas permite la reiteración y frecuencia de los asesinatos.
Es importante reconocer que el impacto de los asesinatos va mucho más allá de la muerte individual del defensor y defensora, de cómo afecta a sus familias, a sus hijas e hijos, a sus compañeros y compañeras y a su movimiento. En muchos casos, da lugar a una ruptura entre los y las defensoras y las comunidades a las que representan, una disminución de la colaboración intersectorial y de las redes de apoyo, un aumento de la autocensura y un incremento del exilio. En definitiva, el asesinato de una persona por enfrentar el poder afecta el avance de los derechos humanos en el ámbito local y global.
Pero el asesinato no es la única agresión que enfrentan defensores y defensoras de derechos humanos. En todo el mundo, la criminalización, amenazas, agresiones, campañas de difamación y ciberataques son prevalentes. Es importante también plantearse por qué los asesinatos son la agresión más visible, y cuáles han sido los precursores de este trágico final. Las campañas de descrédito y difamación, en especial cuando son promovidas por autoridades públicas, incitan y legitiman otras agresiones de parte de grupos extremistas, crimen organizado o el público en general. Asimismo, como Front Line Defenders ha denunciado en el Informe 2017 sobre Defensores/as de Derechos Humanos en Riesgo, los asesinatos casi siempre ocurren después de una serie o patrón de amenazas, lo que indica que si policía y autoridades tomasen medidas preventivas para proteger a defensoras y defensores, estos crímenes podrían reducirse drásticamente. Las defensoras de derechos humanos, tal como ha demostrado la Iniciativa Mesoamerica de Defensoras de Derechos Humanos, “sufrimos de distinta manera los mismos ataques o [...] sufrimos ataques de muy distinta naturaleza o en distintas esferas de las que reciben los hombres”. El análisis de IM-Defensoras muestra que, si bien las defensoras de derechos humanos también son asesinadas, sufren muchas otras agresiones que surgen de las expresiones históricas de la discriminación de género. En la región Mesoamericana, las agresiones que más comúnmente enfrentan las defensoras incluyen intimidación y hostigamiento psicológico, amenazas y advertencias (que se sirven de insultos machistas, amenazas de violencia sexual o amenazas a sus familias) y calumnias, señalamientos y campañas de desprestigio que utilizan estereotipos de género (poniendo en duda las capacidades o liderazgo de la defensora o haciendo referencia a su conducta sexual o desatención de las obligaciones familiares).
A ello se suman obstáculos marcados por el estatus social de las mujeres, que incluyen jornadas de trabajo extenuantes, falta de retribución económica y prestaciones sociales, sobrecarga de tareas de cuidado y del hogar, presiones, estigmas y violencias en el ámbito familiar y comunitario por no responder a los mandatos de género y exposición permanente a la violencia, sea directamente o por acompañar a víctimas de violaciones a los derechos humanos. Todo ello provoca daños en su salud física y emocional y, en última instancia, impide u obstaculiza gravemente su participación en la vida pública.
Lo público, lo visible, continúa siendo más inaccesible para las mujeres, y en muchos casos de forma particular para las defensoras de derechos humanos. De nuevo, requerimos un esfuerzo adicional para mostrar no sólo nuestras contribuciones y avances en el debate y realización de los derechos humanos, sino incluso para identificar y denunciar los obstáculos que limitan nuestra participación.
personas defensoras de derechos humanos han sido asesinadas en 2017 en todo el mundo
“Lo personal es político”, pero también el espacio público nos pertenece. La visibilidad contribuye al reconocimiento social de la labor de personas y organizaciones defensoras de derechos humanos y de su crucial rol en las cuestiones sobre las que trabajan. En última instancia, visibilidad y reconocimiento posibilitan la participación política y el acceso a las esferas de toma de decisiones y las estructuras de poder.
Desde 2016, en el mundo entero se ha coreado “Berta no murió, se multiplicó”. La oleada de indignación y movilización internacional que ha supuesto este crimen no tiene precedentes en un país cuyo golpe de Estado en 2009 pasó casi desapercibido y que discretamente ostentaba el título de uno de los países más violentos del mundo. Berta nos ha brindado una esperanza y su legado nos acompañará e inspirará más allá de su muerte. Pero, como reivindica la defensora de derechos humanos mexicana Marusia López Cruz, “no necesitamos más compañeras asesinadas, más personas presas por motivos políticos, más movimientos divididos y vulnerados por la violencia. Debemos [...] poner el énfasis en el cuidado y la protección como elementos básicos de la acción política”.
Las narrativas importan, la visibilidad nos brinda espacio en lo público y el espacio público nos protege. Necesitamos apropiarnos de las narrativas y construirlas como alternativas a las predominantes y excluyentes estructuras y lecturas sobre el poder y la posición social y pública de las mujeres. Valernos de la creatividad y la innovación para encontrar medios que amplifiquen la voz de las defensoras, por qué hacen su trabajo y cuáles son las causas de las dificultades que enfrentan. Con la intención de empezar a responder a estas preguntas, publicamos en el Estado español la novela gráfica La Lucha: Las historia de Lucha Castro y los derechos humanos en México , un relato, en sus propias voces, sobre las historias y experiencias de defensoras de derechos humanos en el norte de México. El Centro de Derechos Humanos de las Mujeres, una organización independiente dedicada a la defensa de víctimas de delitos de género, nos conducen a través de los testimonios de defensoras que luchan contra las desapariciones forzosas, la violencia generalizada y la impunidad. Esperamos contribuya a celebrar la visión, logros y perseverancia de las defensoras de derechos humanos en todo el mundo.