Chueca

Hay bares que son más espacios de resistencia que muchas instituciones de defensa de los derechos humanos. Desde el mapa, en la llamada Gran Vía de Chueca resiste el Smoke, el primero de esa calle y de los primeros garitos, si bien no el pionero, comúnmente identificado para público lésbico. Desde el calendario, resisten con la seña de identidad acuñada en 1995. Allí siguen Raquel y Feli, socias y dueñas del local en el que se encuentran historias fijas como la de Rosa e incluso alguna pasajera como la de Helle.

“Comenzamos nuestro devenir por el barrio unos pocos años antes de que se oficializase el nombre de barrio gay y, viendo que llenábamos los locales de mujeres de una clientela fija, decidimos montar el Smoke”, comienza relatando Raquel. Aunque como toda la hostelería y el ocio nocturno, viven momentos difíciles, se han ganado unas adeptas que aunque salgan de Madrid “tienen su primera parada aquí, porque este fue un lugar en el que aprendieron a volar, a relacionarse con más mujeres como ellas”, explica Feli.

Son estas lesbianas maduras, de 40 y tantos para arriba, las que, aclara Feli, consideran el Smoke “como un centro social: aquí vienen a contarte sus peleas con la vida, sus victorias, a encontrar muchas veces a otras supervivientes, porque hay una generación que vivió un momento en el que sin arrojo era todo complicado, y aquí tienen ese espacio para compartir”.

Resulta que las lesbianas mayores van al Smoke y algún que otro reducto mixto; los gays mayores, a todas partes. “Ellos hasta forman parejas intergeneracionales, hay locales mixtos, solo de gays mayores… Tienen mucha más permisividad, tal vez por el simple hecho de ser hombres. Ellos salen hasta los 80 y las lesbianas parece que o se emparejan y no vuelven a salir o tienen que asumir el cuidado de algún familiar”, apostilla Raquel. “Lo ideal sería poder ir a cualquier lado y que ellas tengan el mismo respeto que ofrecen y que no tengan que sentirse mal. Y hasta que ese momento no llegue, aquí tienen un espacio de comprensión; que a veces en la vida pasan los años y no todo es bailoteo y juerga hasta las tantas”.

No saben cuántas noches más aguantarán Feli y Raquel, al borde de la jubilación. Puede que la respuesta esté en la erradicación del prejuicio de que a cierta edad hay que quitarse de los espacios de ocio y comunidad.

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