Genealogías lésbicas de Chueca. Mujeres que pasaron del armario a ese barrio con nombre
de autor de zarzuela, el género que marcó la impronta de Madrid.
Escribe y sonoriza: Bárbara G. Vilariño
Ilustra: Señora Milton
El barrio de Chueca construyó una nueva identidad en el Madrid de los 90 con lo dulce de los azucarillos y lo duro del aguardiente. Por su centro neurálgico, una plaza con nombre de compositor de zarzuela, desfilaron, rosa en boca, gigantes del activismo y cabezudos que dieron presencia y sentido a una nueva conquista para la geografía LGTB.
Esta geografía fue ubicada en un mapa físico gracias al impulso de la activista y librera Mili Hernández en 1993, pero queda por trazar un mapa de la memoria con esas voces que lograron conseguir un espacio que sirviese de base para tomar todos los barrios en nombre de los afectos diversos, especialmente los lésbicos.
Voces alzadas desde los primeros locales que abrieron en una zona degradada y abandonada por la vecindad Agua, azucarillos y aguardiente, voces desde los primeros gritos y proclamas de activistas en manifestaciones Gigantes y cabezudos, y voces de las primeras mujeres que se atrevieron a vivir su sexualidad cuando lesbiana aún no parecía estar recogido en el diccionario El puñao de rosas.
Estas son las historias de las chulaponas que construyeron y siguen construyendo todas las Chuecas más allá de Madrid, son las genealogías lésbicas encontradas en esta otra plaza pública de la red, donde conviven estas chicas de género chico con sus intersecciones generacionales, vivencias melodramáticas y batallas alegres; libretos improvisados tan de zarzuelas de Federico Chueca.
Si deseas ofrecer tu visión, contar tu historia u otras que podamos sumar a este mapa de la memoria -porque el periodismo es algo vivo-, escribe a participa@pikaramagazine.com poniendo 'Chueca' en el asunto.
La liberación y la revolución estaban de copas en los bares, quién lo iba a decir tras la mala experiencia de Stonewall. Gracias a un entramado de discotecas y pubs como el Smoke o el Lucas, y especialmente Berkana -de los primeros locales de día-, el barrio de Chueca se reconstruyó como un espacio visible gracias al que se articularon libertades individuales y colectivas.
Ahora estas calles están mercantilizadas y hay una asociación de empresarios de la noche gay que se están forrando”
(Mili, librería Berkana)
Tenemos gigantes y cabezudos desfilando desde los inicios del barrio de Chueca, porque el activismo nació impulsado por las calles en las que marchó una de las primeras manifestaciones de España con motivo del Orgullo LGTB. En esos desfiles por la igualdad siempre resonaron voces de lesbianas activistas. Desde COGAM (Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid), la FELGTB (Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales) a la Fundación 26 de Diciembre, grandes mujeres formaron parte de la historia no escrita de la consecución de derechos y reconocimiento social más allá de un barrio de Madrid.
Me he llevado cariño hasta de las tiendas del barrio, de abuelas que me agradecen facilitar la salida del armario del nieto”
(Boti)
A pesar de tener que esquivar hasta leyes de peligrosidad social, el activismo era nuestra fuente de energía y felicidad”
(Empar Pineda)
Rosa, Helle, Susana, Lola, Elena y Rebeca. Rondan los 50 y tienen algo de Chueca tatuado en su devenir. Nombres tan propios como las que estuvieron en primera línea de pancarta —-alguna de ellas, en la segunda— porque sus vivencias pisaron fuerte por el barrio superando prejuicios de su juventud y los que aún no se quitan en la edad adulta. Son un puñao de rosas que crecieron entre las ruinas de una sociedad en transición más allá de lo político.