*El titular es un juego de palabras: En el Estado español se dan así las horas. En México, sin embargo, dirían que faltan 20 minutos para las 7 para referirse a las 18:40 horas
Diez años después de comenzar su andadura, 7menos20 está en periodo de reflexión. Es, probablemente, el colectivo de lesbianas de Vitoria-Gasteiz más conocido en Euskal Herria. Ahora, reflexivas y un poco más viejas, han decidido parar para pensar. El ritmo vertiginoso del activismo lesbotransfeminista con el que han inundado la pequeña capital vasca ha hecho algo de mella en sus miembras, que repasan con cariño —y cierta nostalgia— sus aportaciones a la transformación social de su ciudad.
La aprobación del matrimonio igualitario en el Estado español en 2005 provocó cierta desmovilización del movimiento LGTB, que llevaba años librando esa batalla. Vitoria-Gasteiz había logrado un antecedente histórico en 1994 con la aprobación de un registro municipal de parejas de hecho, que reconocía las relaciones entre dos hombres y dos mujeres. Por desgaste político o motivos personales, quién sabe, el movimiento lesbofeminista de la ciudad estaba en 2006 algo paralizado y, entonces, un grupo de mujeres decidió que era momento de comenzar a reunirse. No formaban parte de ningún colectivo, pero todas tenían ganas de compartir experiencias. ¿Su primera acción? Un encuentro bollero [lésbico]. Todavía no eran 7menos20, pero apuntaban maneras. Hablar de “bolleras” todavía hoy, en el Estado español, evidencia un planteamiento político transgresor, que trasciende las políticas de igualdad para la población LGTB. Las bolleras son lesbianas rebeldes, feministas, orgullosas, políticas, más irreverentes, irrespetuosas, más ruidosas.
En Súkubo, un espacio transmaricabollo [transmaricalésbico] de Vitoria-Gasteiz, inaugurado en 2011, Elena, Mon y Marta recuerdan aquel encuentro con una sonrisa en la boca. En aquella cita, celebrada en 2006 en Maeztu, un pequeño pueblo cercano a la capital vasca, al que acudieron lesbianas de todo el Estado español, debatieron, follaron y quisieron… formar un colectivo. El nombre del grupo surge de ese encuentro o, más bien, del desencuentro que tuvieron después con las cuentas: Las siete que estaban en la organización tuvieron que poner 20 euros cada una de su bolsillo para hacer frente a los gastos.
-Fue un encuentro muy dirigido al sexo. Queríamos romper diferentes tabús sexuales porque nosotras también podemos follar por follar, también tenemos derecho al placer por el placer.
-Esta obviedad aún no lo es tanto en todos los ámbitos. La sexualidad de las lesbianas sigue siendo invisible.
Debido a la propia construcción de género de las mujeres está arraigada la idea de que las relaciones sexuales entre mujeres están indisolublemente vinculadas al amor.
-Además necesitábamos juntarnos —sigue Marta—para conocernos, para ligar para tener un espacio propio. Hicimos salidas al monte, talleres de cerámica, de shiatsu, yoga, hubo también un taller de drag king…
Estos talleres, ahora habituales en espacios transfeministas, consisten en jugar con los roles de género, en experimentar que la masculinidad es una construcción social fácil de imitar. Muchas de las compañeras que acudieron al taller no entendieron la iniciativa: “¿Años intentando librarnos de machirulos [machos] y ahora aparecen éstas así vestidas?”, debieron de pensar. Tres años después, en 2009, se celebró en Granada un encuentro feminista que hizo evidente la deriva transfeminista del movimiento feminista en el Estado español, situando la agenda trans en el centro de las reivindicaciones feministas.
Entre la teoría y el activismo
Las 7menos20 insisten en su papel como activistas, como militantes. Frente a la idea de que todas las feministas tienen que teorizar sobre las cuestiones que plantea la agenda política del transfeminismo, distinguen entre quienes generan discurso y quienes lo ponen en práctica. Ellas activan, vayan que si activan. “Lo que hemos hecho ha sido estar en la calle y traer a Vitoria-Gasteiz a gente que estaba escribiendo y pensando sobre temas que creíamos que eran necesarios aquí. Hemos tratado de aplicar la teoría en la calle”, cuentan. De su mano y dentro del espacio Súkubo, han visitado la capital vasca teóricas y teóricos muy relevantes en el Estado español como Miquel Missé, Lucas R. Platero, Itziar Ziga, Javier Sáez y muchísimos más.
Presumen de no haber sido nunca un grupo demasiado organizado, de fluir entre el activismo y sus intereses personales, de encontrar espacios para el trabajo, pero también para el ocio y el disfrute. Vinculadas en lo político y lo afectivo con otros grupos transfeministas de Euskal Herria, como MDMA o Sare Lesbianista, de Bilbao, el panorama lésbico de Euskal Herria no puede entenderse sin las aportaciones de 7menos20. Ellas, sin embargo, insisten en la importancia de lo local en sus acciones políticas. Vitoria-Gasteiz es una ciudad pequeña, “como si fuera un pueblo”, dicen ellas. “Tiene una parte muy clasista también”, aseguran.
En esta ciudad de contrastes, gobernada durante algunos años por un alcalde gay del Partido Popular, la formación política de derechas más votada en todo el Estado español, 7menos20 ha ido tejiendo durante años su relación con el movimiento feminista. Ellas también critican el sesgo heterosexual del movimiento feminista y las discusiones constantes por tratar de incorporar una mirada lésbica a los planteamientos de las plataformas que organizan conjuntamente los actos para el 8 de marzo o el 25 de noviembre, día internacional contra las violencias machistas. El colectivo ha tenido una relación especialmente estrecha con la Asamblea de Mujeres de Álava. Ambos grupos cumplieron diez años en 2016 y aprovecharon la ocasión para representar públicamente su amor en una boda, que todas recuerdan. Probablemente, nunca vuelvan a acercarse a un altar. “Nos hemos cuidado mucho en el camino, ellas a nosotras y nosotras a ellas”, cuentan e insisten en que son esos detalles los que quieren recordar de su andadura activista.
En su relación con el movimiento feminista de la ciudad, como es habitual para tantos grupos de lesbianas, la relación ha pasado por momentos de tensión. “Por cuestiones terminológicas, por ejemplo: ¿Patriarcado o heteropatriarcado? Nosotras lo tenemos claro, pero, muchas veces, con la idea de que no se va a entender… pues nuestras reivindicaciones quedan en un segundo plano”, cuentan. Para evitarlo, durante los últimos años de andadura del colectivo, han estado presentes en comisiones y asambleas no lésbicas. “Si haces una acción tienes que saber para qué la estás haciendo y en los últimos años… hemos hecho muchas cosas sin pararnos a reflexionar. Nos hemos dejado llevar por la inercia”, cuentan y lamentan que esa haya podido ser una de las razones por las que se han desinflado. ¿Por qué? “No llegamos a disfrutar del todo”. Y 7menos20 es sinónimo de risas, de buenrollo.
Ante todo, sentido del humor
Si por algo son conocidas las 7menos20 en el movimiento lesbofeminista de Euskal Herria es por sus vídeos de humor. El más famoso, probablemente, sea una imitación desternillante de la escritora Itziar Ziga, la autora de ‘Devenir perra’, que provocó carcajadas de aquí y de allá. Los vídeos no están colgados en la red sino que se han hecho virales de la forma más tradicional: proyectándose en jornadas y encuentros de lesbianas.
“Después de tantos años —cuentan— nos hemos conocido un montón. No sólo ha sido una historia de militancia sino que nos hemos ido juntas de vacaciones, por ejemplo”. Probablemente, ese cariño que se respira entre ellas haya sido el motor del colectivo durante diez años. Miran con cuidado la situación social actual, preocupadas por cómo el capitalismo se está apropiando de parte del discurso feminista, pero también son optimistas.
El camino no ha sido fácil, pero ha sido divertido. Además, los resultados se evidencian en Vitoria-Gasteiz. Esta entrevista se ha realizado en Súkubo, ni más ni menos. La gestión de un espacio así no es sencilla, pero en ese rinconcito de Vitoria-Gasteiz, gracias a su entrega y trabajo, muchas encontramos el aire que no es fácil hallar para las que somos distintas.
Un espacio no heteronormativo, polivalente o mejor dicho polimorfo, como son nuestros deseos y cuerpos: bolleros, trans, diversos, putas, maricas, viejos, hetero-peros, queer, asimétricos. Un espacio abierto a las llamadas “nuestras” perversiones, a gestionar placeres y experiencias, a la autogestión, porque seguimos creyendo en lo posible, en la potencia de unir nuestras realidades para escapar de la crisis y el espectáculo del capitalismo.
En abril de 2018, las compañeras de Sukubo decidieron cerrar el espacio. Nuestra compañera Andrea Momoitio recordó entonces la importancia de espacios de resistencia como estos en 'Luces de ambiente y demonios', un artículo en Público.
Muchas gracias a todas las personas que han hecho posible un espacio de resistencia así en Vitoria-Gasteiz.
El súcubo (del latín succŭbus, de succubare, «reposar debajo»), según las leyendas medievales occidentales, es un demonio que toma la forma de una mujer atractiva para seducir a los varones, sobre todo a los adolescentes y a los monjes, introduciéndose en sus sueños y fantasías.