La entrevista a la Leticia y Lola, dos de las integrantes de la Asamblea de Lesbianas de Álava [Arabako Lesbianen Asanblada], se realizó en Bilbao. Ambas viven ahora en esta ciudad a 60 kilómetros de Vitoria-Gasteiz, el escenario que protagonizó su lucha en el activismo lesbofeminista. Ellas fueron de las primeras en escribir el guión lésbico de la capital vasca y, todavía hoy, muchas de sus acciones políticas siguen resonando en la memoria colectiva del movimiento. Leticia sigue activa. Lola dejó la militancia cuando desapareció ALA-ALA, el acrónimo con el que se conoce el grupo en el que las dos trabajaron por lograr construir una ciudad que disfrutase de la diversidad que trataron de aportar con sus formas de vivir.
En 1994, el entonces alcalde de la ciudad, José Ángel Cuerda, aprobó el primer registro de parejas de hecho del Estado español. La medida estaba claramente dirigida a la comunidad LGTB y los medios de comunicación encontraron la actualidad en Vitoria-Gasteiz. “Algunas lesbianas solíamos juntarnos para fiestas y otros actos lúdicos, pero ante la avalancha de medios que nos llamaban para preguntarnos qué demandas habíamos hecho al Ayuntamiento para que se aprobase tal medida, comenzamos a reunirnos en el local de la Asamblea de Mujeres de Álava para pensar qué respuesta queríamos dar a todo aquello”, recuerda Lola. No habían hecho ninguna petición al consistorio, pero aquel gesto institucional, al menos, sirvió para que comenzaran a organizarse.
Algunas de las mujeres que empezaron a reunirse entonces formaban parte de colectivos feministas, pero la mayoría no había reflexionado todavía desde esa perspectiva. En la misma época, se consolidó también en Vitoria-Gasteiz un colectivo de gais. “Hablamos de crear algo conjunto, pero enseguida nos dimos cuenta de que nuestras necesidades y demandas eran otras”, cuentan. Siempre tuvieron buena relación, pero creen que se debe a que respetaron los espacios diferenciados. “Nunca estuvimos anuladas, debajo, ni ocultas. Otros colectivos de lesbianas, que se pusieron bajo el paraguas del movimiento gay, sí quedaron invisibilizadas”. La relación era buena y la comunicación fluía sin mayor dificultad. Hubo años en los que compartieron pancartas y lemas, pero si no llegaban a acuerdos, simplemente, cada cual caminaba por su lado. Mirándose siempre de reojo.
Quizá la relación más tensa que vivieron desde ALA-ALA fue con el movimiento feminista. “Todavía estoy esperando que un 8 de marzo se centre en las demandas de las lesbianas —lamenta Leticia— porque aunque nuestra realidad ha sido otra siempre hemos estado con ellas contra la violencia machista o a favor del derecho al aborto, por ejemplo”. “Pedíamos que, aunque no fuese su realidad, se pusieran en nuestra piel de lesbianas y reivindicasen también lo que reivindicábamos nosotras”, cuenta Lola.
Ellas no se plantearon el debate que sí que se dio en el Estado español entre otros grupos de lesbianas: ¿Cómo definirse? ¿Lesbianas feministas? ¿Feministas lesbianas? El Colectivo de Lesbianas Feministas de Bizkaia fue de los pocos que eligió que el lesbianismo procediera al feminismo. Aquella cuestión, sin embargo, sí salió a flote a raíz de una de la famosas acampadas de lesbianas que organizaron a finales de los 90. ‘La herejía lesbiana’, la obra de culto de Sheila Jeffreys, llegó a sus manos y, a través de ella, los primeros debates y reflexiones. No sólo Jeffreys sino que, poco a poco, comenzaron a beber hasta emborracharse de publicaciones lesbianistas que les llegaban de aquí y de allá como la revista del colectivo madrileño LSD, que solían traer las compañeras que viajaban a la capital: “Entonces no había Internet”.
Acampar en compañía
Las noticias sobre aquellos encuentros que organizaban en pequeños pueblos cercanos a Vitoria-Gasteiz pronto llegaron a todas las esquinas del Estado español. A finales de los noventa, la provincia de Álava, de corte tradicional, recibía a cientos de lesbianas de otros territorios. Las ganas de disfrutar, de encontrarse y de compartir experiencias eran evidentes. La primera ver que organizaron una acampada, en 1994, estaban inscritas en torno a 120 mujeres. A la fiesta llegaron más de 400. “Hacíamos talleres de muchos tipos: de tintes más políticos para tratar de incorporar la perspectiva feminista, que para muchas era algo totalmente desconocido, pero también más lúdicos como de risoterapia, por ejemplo”, recuerdan.
El disfrute es una de las señas de identidad de ALA-ALA, un colectivo pionero también en la realización de vídeos de humor que trataban de denunciar situaciones cotidianas. Las sonrisas se instalan en las caras de Lola y Leticia para recordar que lo precario de la edición de aquellos trabajos: “Grabábamos con una cámara que yo cogía del trabajo —cuenta Leticia— y luego editábamos con el reproductor de VHS y la televisión”. Los vídeos eran proyectados en sus acampadas y en otros actos a los que las invitaban para que contasen cuáles eran sus formas de activismo. Han perdido muchos de ellos, que estaban en un disco duro que acabó por estropearse. “Hicimos uno muy bueno parodian un anuncio de televisión de Hemoal [una crema para las hemorroides] que llamamos Homoal y otro en el que nos reíamos de un programa que presentaba Isabel Gemio, que se llamaba ‘Lo que necesitas es amor’. En nuestra versión, ella era ‘La Gemido’ y su programa ‘Lo que necesitas es valor’. Lo pasábamos muy bien”. Valor tendrían hoy esos vídeos en Youtube. “Hacíamos muchas cosas que no venían a cuento —recuerdan— y si nos apetecía montábamos una charla o una presentación”. Revolucionaron la ciudad. "En Vitoria el término ‘lesbiana’ no se utilizaba, no se escuchaba. Entre el 94 y el 96 trabajamos mucho, mucho”, cuentan. “Y había que estar ahí, ¿eh? Había que coger la pancarta y salir al día siguiente en la foto del periódico. No era fácil”. No. Desde luego que no.
Las redes entonces se tejían de otra manera: de mano en mano, de boca a boca, de coño a coño. En Logroño, por ejemplo, invitadas por otro colectivo de lesbianas, colgaron una exposición de fotografías sobre sus cuerpos lesbianos. De aquellas fotos, años después, surgió el famoso cartel de “Lesbiana, ¿qué coño quieres?”, que firmaron con otros colectivos de Vitoria-Gasteiz, como Gaztelesbos. “Nosotras no éramos un grupo de asistencia. A veces venía gente que quería, simplemente ligar y bueno, pues entre que nos ayudaban a colgar cuatro carteles, ligaban y ya no volvían a aparecer. Las instituciones comenzaron a cubrir esa demanda de meriendas y paseos al monte y dejó de venir gente a nuestras actividades. De ahí el lema del cartel: A ver, qué coño queréis”. La instrumentalización de los movimientos sociales, propio del neoliberalismo, desarticuló gran parte del movimiento LGTB de la capital vasca. La lucha política y colectiva quedó en un segundo plano con la aprobación de derechos sociales individuales. El matrimonio igualitario se convierte en paradigma de esta realidad. “Nosotras apoyamos las manifestaciones que se hicieron entonces, aunque no estuviéramos a favor. Qué menos que tener las misma opciones legales para formalizar o no tu relación”, asegura Lola. Esa contundencia no evita que recuerden también todas las contradicciones que les supuso aquello entonces.
La brecha generacional entre ALA-ALA y otros colectivos de lesbianas de Vitoria-Gasteiz fue evidenciándose con el tiempo hasta la desaparición de estas entre el año 2000 y 2001: “Las más jóvenes no sufrían los mismos problemas de visibilidad, ya podían casarse… Sus demandas y reivindicaciones comenzaron a ser otras”. ¿Está entonces lograda la visibilidad de las lesbianas? Lola cree que sí, pero Leticia tiene dudas. Ambas coinciden en que, una vez más, el gran reto pasa por romper con las normas de lo socialmente correcto, de lo aceptado por el sistema heteropatriarcal. “Si eres una lesbiana como tienes que ser, bueno, vale; pero como te salgas de la norma… Si te sales de la normal, hay caña para todas”.
Caña la que metieron ellas.
*”Dar caña” o “Meter caña” son expresiones que podrían traducirse como “dar guerra” o “meter mucho ruido”, por ejemplo. Molestar, vaya.
En 1998, el equipo de fútbol el Deportivo Alavés llegó a la primera división de la liga española. La ciudad se tiñó entonces de azul para homenajear a los futbolistas y su tan ansiado logro para la ciudad. ALA-ALA, junto a otros colectivos LGTB, sacó un cartel el que podía leerse: "Lesbianas y gais de primera". Con el fútbol hemos tomado, claro.
Lola y Leticia recuerdan que les arrancaban los carteles de la calle, pero también lo entretenida que estuvo su compañera Esther pintando de rosa las banderas azules de la foto que utilizaron para la imagen.