El corredor del Levante es hoy un hervidero para el arte de acción. Puede haber fácilmente medio centenar de artistas de performance en activo. Esto es así, en buena medida, gracias a Bartolomé Ferrando, pedagogo vocacional con una dilatada trayectoria artística.
Facultad de Bellas Artes de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV). Aula A-2-6.Me encuentro con el profesor y artista de acción Bartolomé Ferrando (Valencia, 1951). Habla pausado, con gafas, los ojos muy abiertos. Es un señor blanco, serio y gracioso al mismo tiempo.
En el aula me enseña un libro que escribió en 2009 —El Arte de la performance. Elementos de creación— (Mahali Ediciones) y una estantería acristalada que contiene la biblioteca de performance más selecta del Estado español.
Allí encuentras a Yoko Ono (Pomelo, Grapefruit, 1964: “todas las calles son invisibles. Las visibles son falsas, aunque algunas visibles son la parte final de las invisibles”), John Cage (Para los pájaros, Pour les oiseaux, 1970), Pierre Cabanne (Conversaciones con Marcel Duchamp, Anagrama, 2006), volúmenes como Estudios sobre performance, coordinado por Gloria Picazo y editado por el Centro Andaluz de Teatro Productora Andaluza de Programas, Sevilla 1993), Textos y Manifiestos 1987-1996 (escrituras performativas de Elástica Variable, grupo de investigación-docencia), decenas de revistas, fanzines, catálogos, carteles, festivales de todos los lugares del planeta... ¡La práctica de la performance es inabarcable! En la estantería del Aula A-2-6, el manual Performance Art: From Futurism to the Present de Roselee Goldberg se queda corto.
Nos sentamos en dos sillas-pupitre y empezamos a hablar. La cámara graba sólo 40 minutos de una conversación de dos horas y media. Quizás ha sido el espíritu saboteador de Philippe Soupault cuando el profesor lo menta. La performance también es un ejercicio de memoria y reconstrucción.
Entonces rescato dos cuestiones que propone Bartolomé Ferrando a partir de los escritos de John Cage y que entroncan con aspectos teórico-pedagógicos de las artes.
1. La importancia de pensar/sentir/contar/describir/investigar las prácticas artísticas como prácticas de vida que escapan de la norma, de la conexión normativa con el entorno y con el objeto. Cage aplicó el taoismo al arte de acción. Según las enseñanzas de Chuang Tsú, “la experiencia del Tao implica volver a una conciencia elemental u original”. La performance es un lenguaje que entronca con esto. La intuición, la confianza y el misterio prevalecen, de forma que el acontecimiento estético es “algo sincero” que tiene que ver con sentir más que comprender. A partir de las reflexiones de Ferrando, escribo una hipótesis matemática:
conceptualización individual & colectiva + encarnación individual & colectiva de la vivencia = cuajada → cuajo → cuaje de la performance = 2051.
2. El cuerpo en acción es un cuerpo que vive la consciencia del instante, de lo que transcurre, de su propia experiencia. En esa “vivencia del instante que transcurre”, ese cuerpo está distante del cuerpo actoral. Es un cuerpo que acciona pero no actúa. Cage hablaba de la importancia del “descentramiento del sujeto” –como una “disolución del yo”– para percibir de otra manera. “Dejas de ser lo más importante y todo lo que está a tu alrededor cobra otra intensidad. Lo que ves no tiene nada que ver con lo que veías”, dice Ferrando. El profesor habla de una disposición corporal en la performance y entiende el cuerpo en acción como un “cuerpo matérico perforado” (como un cuerpo gruyer lleno de agujeros por los que pasa la luz y la sombra). El ser como materia viva canalizadora de información. Yo soy unx entre otrxs, yo soy lxs otrxs, con todos sus límites y posibilidades.
Nos reímos después. El humor es “una de las mayores fuerzas aplicable a la acción” –cuenta el profesor y puntualiza–. “Pero más que defender una performance activista prefiero crear un lenguaje de la performance, utilizar el humor como elemento revulsivo. Para mí es mucho más efectivo”.
Sobre el activismo en performance, sobre “la performance que intenta ser el ejecutor de una ideología concreta, sea la que sea”, Bartolomé Ferrando siempre desconfía. “Prefiero otro tipo de prácticas. Donde se haya trabajado más el lenguaje del arte y sea capaz de activar, estando en relación con una ideología concreta quizás, pero no siendo vehículo”.
Las relaciones de las prácticas artísticas y políticas más allá de ideologías concretas. “Más allá del panfleto”.
Y hablamos de la capacidad de reírse de una misma (como individuo y comunidad). Ferrando rescata prácticas humorísticas cercanas, desde las greguerías de Ramón Gómez de la Serna (“la q es una p que vuelve de paseo”) hasta los textos del poeta visual Felipe Boso (“Autobiografía: No fui, he sido, soy, seré, habré sido, así sea. “Lógica matemática: si un clavo saca otro clavo ¿por qué un saco no clava otro saco?”).
Nos comemos un menú en la cantina de la facultad. El profesor me habla de la poesía concreta. Y se ríe cuando me ve la cara de póquer, pregunta si sé lo que es y yo le digo que no. Me sonrojo. “Lo buscaré en la Wikipedia”. Ferrando se ríe con exquisito respeto.
La Wikipedia dice que el concretismo fue un movimiento de expresión poética acuñado en 1930 por Theo Van Doesburg, donde “lo visual, lo espacial, el ritmo y la rima tienen la misma importancia”. Y cuenta la Wiki cómo a mediados de 1950 la poesía concreta explosionó. Aparecieron textos visuales, manifiestos, los planes piloto del boliviano Eugen Gomringer en Suiza, Italia y Alemania, o el grupo Noigandres de Brasil.
Hay una lista de hombres que la Academia considera hoy “los antecedentes” del concretismo poético: Stéphane Mallarmé con Un coup de des, 1897; Ezra Pound con The Cantos, 1925; James Joyce con Finnegan's Wake, 1939; E.E. Cummings y Apollinaire con Calligrammes, 1918.
También figura una lista de artistas que han practicado o practican el arte concreto en el Estado español: Joan Brossa, Juan Eduardo Cirlot, Fernando Millán, Josep Maria Junoy, Ernesto Giménez Caballero, Gustavo Vega, Juan Hidalgo, José Luis Castillejo, Cooperativa de Producción Artística y Artesana, Felipe Boso, Francisco Pino, Guillem Viladot, Isidoro Valcárcel Medina, José-Miguel Ullán, Ángel Sánchez, Carles Santos, Ulises Carrión, Antonio Gómez, Francisco Peralto, J. M. Calleja, Eduardo Scala, José-Carlos Beltrán, Eduard Escoffet, Rafael Peralto, Toni Prat, Joaquim Brustenga-Etxauri, Edu Barbero, Ibírico, César Reglero, Francisco Aliseda, Fátima Miranda (poesía sonora), Xavier Canals, Isabel Jover, Carmen Peralto, Rafael Marín, Antonio Orihuela, J. Ricart, Josep Sou, Miguel Jiménez, Nieves Salvador, Agustín Calvo Galán, José Luis Campal, Sergi Quiñonero y Bartolomé Ferrando.
En total, 39 hombres y 4 mujeres. Poesía experimental española o la antesala para un registro riguroso de las artes visuales. Tendría que haber unas decenas más de mujeres en la lista de la Wiki. Completo a vuelapluma esta historia de nombres y vidas: Elena Asins (1940-2015), Ángela Serna, Julia Otxoa, Carmen Navarro, Rosa Sanz, Raquel Bullón Acebes, Carmen Peralto, Claudia Frau, Sara Huete, Julia Otxoa, Nuria Ruibal, Mar Lozano, Eva Hiernaux y Roxana Polelka.
Estos nombres trazan una línea geográfica de expresiones. Una línea que se expande por la ruta que estoy haciendo.
Volvemos al Aula A-2-6. Va a empezar la clase con Bartolomé Ferrando. La primera estudiante que llega es una mujer de unos 40 años con su hija de diez. Llegan veinte estudiantes más. La gente se hace infusiones durante la clase. Son cuatro horas. Cada cuál está preparando una performance que presentará a lo largo del curso. Un estudiante habla con el profesor en inglés para cambiar la fecha de su presentación.
“Noto que la gente joven se cansa mucho cuando hablo de teoría. No son capaces de concentrarse demasiado”, me dice Ferrando antes de empezar una conferencia sobre el humor y el absurdo. La segunda parte de la clase estará dedicada a las acciones de dos estudiantes, Leandro y Josephine.
Se ha hecho de noche. Me llevan en coche. En la casa del carrer de Ruaya reviso las notas y los programas docentes de las facultades de Bellas Artes de las universidades públicas españolas.
Muchas artistas de performance colaboran de forma estrecha con la universidad. A veces surgen iniciativas aglutinadoras. La más reciente quizás, el I Congreso de Arte de Acción Accion Spring(t) 2017, que organizaron María Vallina y Jesús García Plata, en colaboración con la Universidad Complutense de Madrid y el equipo de Accion!Mad.
Son colaboraciones puntuales y faltan estructuras humanas estables dentro de la Academia. En el Estado español sólo hay tres profesores titulares de performance: Bartolomé Ferrando (UPV), Carlos Tejo Veloso en la Universidad de Vigo, donde organiza las Xornadas de Arte de Acción Chámalle X, y Assumpta Bassas en la Universidad de Barcelona.
El corredor del Levante es hoy un hervidero para el arte de acción. Puede haber fácilmente medio centenar de artistas de performance en activo. Esto es así, en buena medida, gracias a Bartolomé Ferrando, pedagogo vocacional con una dilatada trayectoria artística a la que la revista Doc(k)s dedicó en 2016 su monográfico de 130 páginas.
Me voy a la cama.