Los bares como espacios de análisis social. Camareras como testimonios de la apertura y consolidación de un barrio LGTB en los 90, que en el segundo decenio del 2000 pierde su población autóctona. “La gente ha desaparecido, ahora te conoces por redes sociales y estamos perdiendo el punto de encuentro que era Chueca”, es la llamada a la reocupación de espacios de Luisa, de 56 años. Vivió el nacimiento del barrio detrás de la barra del bar Lucas, “un sitio al que iban sobre todo mujeres, desde las más jóvenes a las mayores, donde se podía charlar, bailar, tomar algo o comer”. Detrás de muchas otras barras estuvo también Nuria, de la misma quinta.

El Lucas era un lugar tan preciado que la propia clientela hacía bote para costear el alquiler, hasta que la crisis rompió el eslabón de la cadena que unió a lesbianas de toda condición. Luisa se pregunta qué será de muchas de ellas “que tenían su particular refugio aquí”. Recuerda con ternura agridulce a una pareja de mujeres gitanas que se veían a escondidas en el Lucas, “porque si sus familias se enteraban, las mataban. Una de ellas estaba casada y ambas tenían que guardar las apariencias”. Nuria, que estuvo en varios locales como La Bohemia viviendo los primeros Orgullo en la plaza central, relata cómo se fueron ocupando las calles: “Al principio sólo veías mujeres de la mano en ese centro neurálgico… Fue sorprendente cómo creció”.

Las historias de su generación son una mezcla de lucha y miedo, un miedo que intentaron sacudirse al perder vigencia la ley de vagos y maleantes, “muchas parejas de lesbianas salimos a la calle cogidas de la mano, visibilizándonos; era el momento de decir que estábamos ahí”, comenta Luisa. Era lo necesario después de una época de represión, porque aunque ha habido muchas mujeres ‘desarmarizadas’, “la que no había estado en un convento en contra de su voluntad había sufrido electroshocks para modificar su orientación sexual”. Hoy considera que su generación está “perdida entre las etapas de represión de nuestra juventud y los todavía recientes avances en igualdad”.

Entre el devenir generacional, también está el del barrio de Chueca y su significado: “Hay aspectos negativos como que se ha vuelto un negocio para unos cuantos y se ha llenado de heterosexuales”, explica Luisa, a lo que Nuria complementa puntualizando la dispersión de locales en distintos distritos, sobre todo Lavapiés. “Ahora en Chueca lo que más abundan son franquicias y negocios que perdieron la esencia de las tiendas de siempre. Hasta los propios homosexuales, a medida que cumplimos años, huimos de allí porque buscas algo más tranquilo”, ahonda en la comercialización del barrio.

Algo positivo queda todavía entre las calles de Chueca. Ambas coinciden en “quedarse con el ambiente festivo del Orgullo, porque al comienzo no podía tener ese cariz tan alegre, fueron años muy duros… Por eso no podemos perder de vista las reivindicaciones sociales ni nuestros espacios más allá de los de internet”.