Los barrios de Khaira

Khaira habla con pasión de la escuela en la que estudian sus dos hijos. El Colegio Público de Miribilla, el que corresponde a los y las vecinas de San Francisco, sufre el mismo abandono que el resto del barrio. Mientras en el patio no empiecen a hacerse festivales de música moderna es probable que sigan conviviendo con las goteras. Las instituciones públicas ignoran las necesidades de los niños y las niñas que viven, crecen y sueñan en el corazón, herido, de Bilbao. Khaira forma parte de la asociación de madres y padres del colegio, una organización intercultural, formada principalmente por mujeres, que se enfrentan con firmeza y de cara no sólo a las instituciones sino también a la propia dirección del centro: “El colegio se nos cae a cachos. Nos están vacilando con pequeños parches”. Los culpables del desamparo no deben saber a quién se enfrentan. Los recursos, la calle, el desparpajo y la valentía de Khaira son solo algunas de las herramientas con las que se enfrenta a su objetivo: una escuela digna para su barrio.

 

La escuela es un elemento imprescindible para entender el contexto del barrio. ¿Qué demandas hacéis desde la AMPA del Colegio de Miribilla a las instituciones?

Pedimos que se nos haga caso, que se cubran las necesidades que tenemos aquí. Los y las niñas tienen necesidades distintas en este barrio.

Tú has tenido cierto encontronazo con el alcalde.

Nos llamaron para darnos un premio, pero al recogerlo tuve que decirles que sí, que gracias por el premio, pero que la escuela se nos cae a cachos. El alcalde se puso rojo, rojo, rojo.

¿No te planteas llevarte a tus hijos a otro colegio?

Eso sí que me jodería, tener que irme por rendirme. Cada vez que vamos a una manifa, llevo a mis hijos en primera plana con las pancartas y toda la hostia. Se nos cae la escuela a cachos y no es justo. Es un edificio de hace 10 años y no es normal que esté así. No es normal que nos traten aquí como si fuéramos de segunda.

Decía Galeano que “la escuela es un reflejo del mundo”.

La nuestra es una escuela de la que puedes sacar muchas cosas bonitas. Se puede trabajar muy bien porque hay diversidad hay a saco. Conviven y se respetan todas las culturas, pero la realidad es que no nos lo ponen fácil.

¿El profesorado os apoya en vuestras reivindicaciones?

Este año hemos tenido suerte y han venido profesores nuevos y se han ido los de la vieja escuela. Se nota que se ha barrido un poco la mierda.

Interculturalidad, qué bonito concepto. ¿Cómo se gestiona?

Hay roces, hay gente que tiene más problemas para integrarse, pero cuando hace falta hacer algo, la gente se implica a tope.

¿Hay más convivencia que en otras esferas del barrio?

No sé, yo, por ejemplo, me muevo por la plaza de Corazón de María e igual me siento con chicas árabes que con gitanas o payas. La AMPA es muy diversa, quedamos fuera del cole para hacer planes.

—Las demandas de la AMPA, ¿tienen relación con las demandas de otros grupos organizados del barrio?

Sí, todos reivindicamos nuestros derecho porque todas sentimos que las instituciones nos han dado de lado.La manera de actuar que tiene aquí la policía o la que tiene en Indautxu no es ni igual ni parecida. Aquí enseguida sacan la extensible y no preguntan qué ha pasado. A este barrio no se le trata igual que a otros. A mí lo de la policía me toca las toca las tetas, porque es verdad, son unos desgraciados. Es que siempre la tenemos con ellos. No pueden ir así, pisando a la gente, o tratándonos como si fuésemos unos mangantes. Es que te tratan mal. La escuela, por ejemplo, es que nos tienen que hacer más casos, que esta escuela podría dar mucho y no se le saca todo el partido que tiene. Luego se quejan de que la gente se tira a la mala vida, pero es que al final no estás dando los recursos que necesitamos, los que estamos pidiendo.

¿Cómo ha ido cambiando el barrio estos años? Bueno, la situación con la policía no mucho.

El ambiente del barrio está más guay. Hay gente nueva y diversa, pero se quedan en sus zonas. Las Cortes han cambiado mucho, por ejemplo. Antes había vecindad, había vida, y, sí, prostitutas también. Había un solar donde íbamos a jugar a fútbol. Me acuerdo de que vía por ahí una señora amargada; habíamos pulseras que luego  vendíamos a las putas y a los viejitos. Nos buscábamos la vida para comprar los “jariguays”.

El colegio, por ejemplo, antes estaba abierto a la plaza. Había un campo de fútbol y unas canchas (que quitaron). Ahora se quejan de las niñas y niños que juegan al balón en la plaza (“¡se ha quejado hasta la de la biblioteca!”). Esas canchas y el campo de fútbol eran utilizados por muchísima gente, había partidos entre africanos y argelinos, por ejemplo; venía gente de otros barrios a jugar. Se hacían pachangas. También había partidos de chicas contra chicos. Se hacían muchas actividades ahí. Nos han quitado eso para poner cuatro bancos”

Pero aparecieron las ruinas.

Sí, pero ¿para qué lo dejan abierto?, ¿para qué se gastan un dineral en esta mierda si la gente no viene? Vienen dos o tres cada mes a mirar esas ruinas y se han gastado aquí un dineral cuando podían haberlo invertido en arreglar las cosas del barrio.

—Tú has crecido aquí, ¿era muy distinto?

Ha cambiado el mundo más que el barrio. Antes te ibas tú sola hasta el Bolintxu, ahora, ¿quién deja a sus hijos solos por ahí?

Si tuvieses una varita mágica y pudieses cambiar algo del barrio, ¿cambiarías algo?

Cambiaría… pues, es que, ¿quién soy yo para cambiar nada? Cambiaría a la policía, la forma de actuar que tiene y apostaría porque nos mezclásemos más todos. No voy a decir menos droga, menos no sé qué. Cada uno que haga lo que quiera o lo que pueda.

—¿La islamofobia?

No creo que haya tanta. A ver, el año pasado le di un tortazo a un tío. Le dije que quitara el coche, que iba a aparcar y me respondió:“¡Puta mora! ¡Vete a tu país!”. Pero creo que son puntuales. En verano aumentan las críticas, no sé si a la gente le da carlor vernos con el pelo o qué, pero no paramos de escuchar: “Uff… ¡Qué calor! ¡Qué asco!”.

“¡Puta mora! ¡Vete a tu país!”. Menuda mezcla de islamofobia y racismo.

No tenía dos luces ese hombre, fue darle la torta y él solo decía: “¿Policía? ¿policía? ¿policía?”. Normalmente quiénes me dicen cosas son hombres viejos. Bueno, alguna señora también.

¿Tú te has librado de agresiones sexuales desde que tienes velo?

¡Qué va! El otro día casi le pego a otro. Me sigue pasando.

—¿Era muy distinta tu vida antes del velo?

Sí, tenía una vida muy diferente. A mí en el barrio me quieren igual y me respetan igual porque ven más allá del velo. La gente tiene que mirar con el corazón, no con los ojos. Creo que, en general, tanto en el barrio como en la escuela, la cuestión del velo se lleva bien. En Sanfran se vive mejor la diversidad.

¿Hay alguna mezquita sólo para mujeres en el barrio?

¡Qué va!, pero bueno, yo voy a mi bola porque a mí hay cosas que ni me entran ni me entrarán, pero para eso estamos para luchar aunque en las manis hay mujeres a las que no les gusta el velo y se nota. ¿Quién dice cómo tiene que ir cada una? Eso me parece más opresión, el no poder elegir cada una como quiere ir. No me jodas. La musulmana que decide no llevarlo y calzarse sus leggins, es igual de musulmana que yo.