“Mamé rebeldía, resistencia y resignificación”

Acuerpada, “maya y feminista”, Lolita Chávez, defensora de los derechos de los pueblos originarios en Guatemala, manteniene una oposición radical contra las transnacionales energéticas que recolonizan territorios en Mesoamérica.

J. Marcos y M.ª Ángeles Fernández / noviembre de 2017

A veces pasa eso. Esperas conocer a una heroína impertérrita aflorada de cualquier epopeya moderna, pero se encuentra con una mujer corriente de carne y hueso. Un día antes del encuentro, Aura Lolita Chávez Ixcaquic, Lolita Chávez, se pierde nerviosa entre las anotaciones de una vieja libreta escrita a mano; sus palabras testimonian cómo diferentes empresas energéticas vulneran los derechos humanos en Guatemala. Un día después de la infusión caliente compartida durante una lluviosa tarde bilbaína, los ojos humedecidos y la boca seca le obligan a interrumpir varias veces su alocución acerca de la represión que sufren las activistas en el país centroamericano.

Lolita a veces titubea.
Lolita a veces llora.
Lolita es maya y feminista.

Aunque esto último no hace tanto que lo sabe. “La escuela me anuló. No me interesaba por mi historia”. Su abuela siempre le hablaba de las ancestras, su mamá fue militante del Ejército Guerrillero de los Pobres, una de las cuatro organizaciones de combate que negociaron y firmaron con el Gobierno los Acuerdos de Paz en Guatemala, allá por diciembre de 1996. Porque resulta que el país vivió en sangrienta guerra abierta desde 1960, más de tres décadas que se saldaron con al menos 200.000 muertes además de miles de desapariciones, la gran mayoría en comunidades indígenas, tal y como concluyó la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH) de Naciones Unidas años más tarde.

Aquella fue la época en la que nació y creció Lolita Chávez, también cuando comenzó a luchar por la defensa de los territorios indígenas de Quiché, con ‘q’ para nombrar su departamento de origen, en el altiplano occidental. Pero fue en el proceso de formación tras el conflicto bélico donde comenzó a saber de sus derechos. “Al principio no los conocía y por eso no podía hacer nada por ellos. Hasta 2002 no me nombraba ni maya ni feminista”.

Maya como la resignificación de su ser junto con su historia, como ese vínculo entre su pasado y el cosmocimiento maya. Feminista como la resignificación de la liberación del patriarcado, como el empoderamiento comunitario contra una opresión transversal, “pero sin recetas venidas de Occidente y que no entiendo”. Un proceso grupal que etiqueta como ‘feminismo comunitario’ y que adorna con conceptos que reflejan toda su belleza cuando explicita el sentido con los que los pronuncia: la sanación como la liberación de nuestros cuerpos, el acuerpamiento como la defensa del territorio tanto vital como geográfico.

Son innumerables las batallas que Lolita Chávez tiene en sus espaldas: denuncias vía legislación (menciona el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo sobre Pueblos Indígenas y Tribales, además de la Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas), consultas comunitarias de buena fe (no vinculantes para el Estado pero sí para las comunidades), movilizaciones para hacer frente al quehacer de las transnacionales, litigios estratégicos (demandas y defensas) vinculados con la liberación de las criminalizaciones, procesos asamblearios, reclamaciones al sistema judicial por su impunidad, formación en los territorios, organización y vínculos interterritoriales… tantas que puede generar la sensación de que ha ganado su pulso al miedo. Pero a veces sucede eso. Esperas las certezas de una sabia mesoamericana blindada por su experiencia, pero se encuentra con una mujer corriente de carne y hueso.

Recuerda emocionada las intimidaciones sufridas y también cuando golpearon a varias compañeras por vincularse con ella. “El opresor entró fuertemente en mí; tanto era el odio hacia mí que desee no vivir. Amenazas de asesinato, de violaciones… dejé de comer y empecé a caminar por un abismo muy profundo en el que no encontraba sentido a la vida”. Cayó presa de la anemia. Un episodio que le estremece tanto como las dos veces, dos, que su comunidad, su gente, se ha manifestado en su contra: “Hay gente que me odia en mi propio pueblo. Se ve en sus ojos. Es lo que han provocado las transnacionales. Me da mucha angustia. Dan dinero para que se manifiesten contra mí. Dicen que estoy contra el desarrollo y que soy antiturismo”. Nunca ha podido entenderlo. Su vida tuvo un tercer punto de inflexión con el asesinato de la hondureña Berta Cáceres: “Somos de países diferentes y puede que no se entienda, pero el vínculo que tenemos las defensoras en Mesoamérica es muy profundo”; asegura entonces que la gran parte de los territorios está siendo defendida por rostros de mujeres muy concretas, personas en primera línea de acción, lo que hace “muy difícil ser defensora. Somos estadísticas. Esto provoca temor e impunidad: el silencio es un arma fuerte y los asesinatos no son algo aislado, están planificados, son selectivos”.

Lolita a veces tiene miedo.
Lolita a veces no comprende nada.
Lolita es defensora.

Tiene la sensación de que todo lo que considera vida se convierte en mercancía. Y eso que ella ama la vida: “Me dicen que busco la muerte, pero en realidad celebro la vida. El cuidado y el autocuidado es muy fuerte”. Lolita Chávez es una mujer corriente comprometida con la vida; no piensa ideas, piensa la existencia digna. Para ella detenerse, asumir, guardar silencio, complacer o resignarse es morir. No tiene ninguna intención de renunciar.

Integrante del Consejo de Pueblos k'iche's (CPK), ahora con ‘k’ como reivindicación identitaria indígena, está centrada en la salvaguarda de la vida, la Madre Naturaleza, la tierra y el territorio. Articulados en el Consejo del Pueblo Maya (CPO), tienen por delante “un camino sin tiempos” que no tienen la intención de desandar: el Estado plurinacional. “Sabemos las vías del maldesarrollo y no las vamos a recorrer. Podemos tomar decisiones desde los territorios, amparadas tanto por Naciones Unidas como por algunas leyes guatemaltecas, y hemos decidido liberarlos de las transnacionales y multinacionales del modelo macroeconómico”.

Empresas españolas
Da un sorbo a la infusión ya atemperada por el sucederse de los recuerdos y retoma el discurso. Habla de lo que ha supuesto su llegada a España en junio, un tiempo de sanación, protección (“de sentir la fuerza de la red”), “liberación de espías”, relectura del contexto, generación de saberes (habla de ‘epistemologías’) y tejeduría de feminismos (“de otras luchas plurales”). Seis meses por Bilbao en los que ha visto cómo algunos gozan de un mediodía sempiterno: está molesta por esa Europa que da la espalda a los pueblos originarios, que ignora al Otro, por esa Europa racista, por esa Europa que desconoce los muchos vínculos existentes entre sus empresas y la violación de derechos humanos.

Su discurso es la incitación perfecta al abandono de cualquier desidia. Deja atrás la retahíla de memorias y regresa directamente a su agenda, a las notas tomadas a mano , parece que casi con rabia. Ahí aparecen nombres como los de Florentino Pérez y el grupo ACS (“están asesinándonos, pero a la gente le da la risa o dice que solo le interesa el fútbol cuando le hablas de ese señor”), de Luis Castro e Hidralia Energía. Un proyecto hidroeléctrico capitaneado por este último, conocido como el ‘rey del kilovatio gallego’, provocó tal oposición con su intención de construir una central sobre el río Cambalán que el municipio de Barillas se les echó encima, hasta que la familia Castro Valdivia dio marcha atrás, excusándose en la inviabilidad de los estándares de sostenibilidad y las exigencias tanto técnicas como económicas. En el camino, represión, abusos, intimidaciones, robos e incluso desapariciones, tal y como figura en el informe elaborado por Intermón Oxfam ‘El desarrollo que no queremos’ (2012). También la organización civil Alianza por la Solidaridad publicó (2015) su propio estudio al respecto: ‘Una hidroeléctrica española contra los pueblos indígenas’. Más recientemente lo ha hecho Mugarik Gabe en ‘Transnacionales, oligarquía y criminalización de la protesta social. El caso de Guatemala’.

Todos esos nombres los rescata Lolita Chávez de su agenda, en la que aparece varias veces subrayado, en círculo y letras mayúsculas, el proyecto Renace. Considerado el mayor complejo hidroeléctrico de Guatemala, se inició en los estertores del pasado siglo como una pequeña presa con embalse. Aquellos barros fueron multiplicándose kilómetro a kilómetro sobre el río Cahabón, en el departamento de Alta Verapaz, precisamente uno de los más empobrecidos del país. Cerca de 30.000 indígenas quekchí sobreviven de sus aguas, las mismas que seca, denuncia en otra investigación (2016) Alianza por la Solidaridad, el complejo hidroeléctrico a cargo de la guatemalteca Corporación Multi-Inversiones (CMI), que a su vez contrata a otras compañías para la realización de las obras. Y ahí es donde entra el nombre del presidente de ACS (Actividades de Construcción y Servicios) y del Real Madrid, Florentino Pérez, a través de la subsidiaria Grupo Cobra. Para 2018 se calcula que Renace aportará el 15 por ciento de la demanda eléctrica de Guatemala.

“¿Energía para qué y para quién?”, se pregunta Lolita Chávez, que levanta la vista de su cuaderno para hablar de “cómo el Estado se convirtió en una empresa” con cerca de una treintena de centrales instaladas más otras 20 en estudio. “Es una recolonización. Un volver a lo que ya vivimos, ofreciéndonos maldesarrollo. Para nosotros la energía es un bien o un servicio, no un producto”. Como si de un mal guiño del destino se tratara, al pueblo k’iche’, del término k’i (muchos) y che (árboles), le están dejando hasta sin nombre: “Primero nos quitaron la tierra y ahora todo el territorio”.

Preguntas abiertas
Lolita Chávez lanza un suspiro por el que se cuelan una desbandada de pensamientos que explotan intempestivos en la otra orilla del mundo. Quedan los posos ya fríos de lo que fue una infusión a la vereda del Nervión. Pero las consecuencias de dos horas largas de aquella educadora maya k’iche’ van más allá de aquella tarde. Porque a veces sucede eso. Esperas hallar respuestas en una lideresa aflorada de cualquier epopeya moderna, pero se despide con los interrogantes que añade una mujer corriente de carne y hueso.

“¿Éxito? No sé si éxito o no, pero lo más liberador que he hecho y hago es plasmar las causas feministas en los consejos de los pueblos, en las comunidades”, responde quien acaba de ser finalista del Premio Sájarov para la Libertad de Conciencia, que finalmente el Parlamento Europeo se lo concedió a la oposición venezolana [el encuentro con Pikara Magazine se produjo antes de la resolución]. “¿Los hombres? Ahí hay un camino más largo por recorrer. Están en la primera línea en muchas luchas, pero es muy difícil que se pongan al frente en la violencia contra las mujeres por el patriarcado inserto en su ser, tanto en las formas violentas como en los privilegios, públicos y privaos, de los que no se pueden desconectar fácilmente”. Y entonces regresa al acuerpamiento, al proceso de liberación conjunto de cuerpos y territorios. “¿Justicia? Conocer el clítoris es profundamente político y estratégico”, cuentan los testigos que afirmó durante su visita el pasado octubre al Parlamento Europeo, frente a un auditorio tan lleno como mudo ante sus reflexiones acerca de la transición energética desde una perspectiva de género, en el marco de una conferencia impulsada por el eurodiputado de EQUO-Primavera Europea Florent Marcellesi junto con Los Verdes Europeos.
Así es Lolita Chávez, una defensora, una mujer corriente de carne y hueso consciente de sus orígenes: “Mamé rebeldía, resistencia y resignificación. Mi pueblo k'iche' es rebelde de por sí y yo lo mamé con mi mamá. Nuestra rebelión nace de una identidad propia rural, histórica, económica, cósmica, política, espiritual. Y en Guatemala pasamos por el asimilacionismo, prohibiéndonos hablar nuestra propia lengua, pero hemos ido recuperando significados”. La tarde se hace noche y llega el momento de recogerse hasta el día siguiente, cuando, junto con la activista guatemalteca Lorena Cabnal, compartirá espacio, conocimientos y emociones sobre las resistencias y las represiones comunitarias.

Lolita a veces duele.
Lolita a veces contagia alegría y a veces tristeza.
Lolita es mujer.