A Lola Robles (Madrid, 1963) le debemos una gran parte del tesoro de la Biblioteca de Mujeres —-ubicada a día de hoy en el Museo del Traje—-. Lola llegó al feminismo por lo queer, y a lo queer tras buscar un espejo en el que leer su identidad de género. De tantas lecturas en los talleres que se articulaban en la Biblioteca, llegó a la creación de novelas de ciencia ficción feminista.
El lesbianismo es un concepto que escuchó de boca de su madre por primera vez con 14 años. No de manera muy agradable: “Cuando llamó tortilleras a las protagonistas de una película entendí que no podía salir del armario”. Le daba miedo acudir a las primeras manifestaciones del Orgullo, en las que solo daban la cara las que tenían pluma. “El resto se quedaban en la acera de enfrente, disimulando con una bolsa de compra; había mucho miedo a que te reconociesen y te asociasen a aquello que sonaba tan peyorativo”.
Con este panorama, Chueca resultó un reducto donde podían encontrarse todas las tortilleras. “Necesitábamos ese punto de referencia, y creo que no solo nosotras, viendo que a día de hoy sigue habiendo agresiones contra personas LGTBI”. El Smoke era uno de los puntos cardinales de su ruta, pero como nunca fue mucho de discotecas emigró a Lavapiés.
En este tránsito encontró el grupo de mujeres mayores que provenía de la Fundación 26 de Diciembre. Casi todas pasan los 50 y, en la Eskalera Karakola, han creado un espacio de resistencia “en el que reírse, discutir y sentirte en familia”. Acuden con su mochila de historias y vivencias, algunas de ellas por prescripción médica: “Las remitieron al COGAM y allí recomendaron que no se quedase en casa y que se viniese a nuestro grupo”.
Esta comunidad creada en torno a distintos recorridos vitales es un tesoro para su generación. “Si sigues en el activismo o viendo gente como tú no te sientes mal, porque muchas veces esa sensación de isla y de soledad es terrible; hay que ser sujetos activos”. Pronuncia un lema extensible a las de su quinta: “A fin de cuentas somos la generación puente, damos el relevo de lo que hemos luchado”. Un relevo tan importante como el fondo que ayudó a catalogar en la Biblioteca de Mujeres con una amplia muestra de todos los géneros escrito por mujeres —y algún ensayo de varones—. Una muestra que fija en la memoria la cultura lésbica y feminista, para que así generaciones futuras no consideren la existencia de cultura de LGTB como algo de ciencia ficción.