“La performance es un tipo de lenguaje que te da la posibilidad de sacarle todo el jugo a dos corrientes: la de tu propia vida y la de tu tiempo", dice Fina Miralles en mi segundo día con ella. Juntas intentaremos responder a la pregunta: ¿Por qué tantas mujeres practican el arte de acción?

Laura Corcuera

 

''Mirar el sol', de Fina Miralles. Serie Relacions,

'Mirar el sol', de Fina Miralles. Serie Relacions, "Relacions del cos amb elements naturals en accions quotidianes" (Relaciones del cuerpo con elementos naturales en acciones cotidianas), Sabadell, 1975. Foto: Carlos Raurich.

Amanece en Cadaqués con la luz que trae el Mediterráneo desde Libia. Fina Miralles y yo hacemos un desayuno-tertulia sobre Testament vital, su libro de textos y dibujos que, como el título indica, es un legado en vida. Estas memorias fueron publicadas en 2008 por Edicions de Gràfic Set (Sabadell).

La artista jugaba con su amiga Bárbara a Preguntas y respuestas. Podías preguntar y responder lo que quisieras. “Yo le pregunté una vez: ¿Por qué se mueve el mar? Y ella me dijo: Fina, ¡porque está vivo! Y yo me dije: si puedo captar el movimiento, lo que haré estará vivo. Entonces empecé a trabajar con el paisaje y el movimiento”.

A Miralles le interesa maravillarse y transmitirlo: “Una cucaracha, un pájaro. Esto es mucho más directo que las cosas mentales. En ese maravillarse hay un sentimiento, hoy criticado y en desuso, que es la belleza. Cuando tienes el poder de maravillarte ves la belleza y vives en la belleza”.

Tocamos la intimidad, lo íntimo en la performance. Hablamos de la sexualidad y de la belleza de la vejez (“la bellesa de la vellesa” en catalán). “La vejez es un estado de plenitud. Yo soy todas las que he sido –me dice Miralles– La vejez , si la vives bien, es una cosa tan extraordinaria... Toda la vida vivida, una riqueza tan impresionante... En la vejez tienes el poder de maravillarte de las cosas, de la naturaleza sobre todo, y de las personas. Y es un estado de plenitud. Ya está. Ya no quieres ser nada. Soy quien soy y punto. Y el performance es una práctica que permite todo esto”.

Escribo en el cuaderno “Fina Miralles es la Nancy Spero catalana”. Demasiado periodístico. Entonces nos visita Antonia, una vecina octogenaria emigrada de Andalucía a Cadaqués. Nos tomamos un té las tres y seguimos con la charla.

¿Otra razón para explicar por qué tantas mujeres hacen performance? “Porque no hay estructura de poder, porque tenemos el lenguaje simbólico, la intuición y la facilidad para entrar en el pensamiento mágico. Yo no me creo a un artista que no sea intuitivo. Las cosas fluyen con emociones. En la música es muy fácil emocionarse, por ejemplo. Es la práctica más inmaterial. Y la performance tiene que ver mucho con la música. Es un movimiento. Una corriente. Esto, quizás, es lo más interesante de la performance. Su inmaterialidad. Es única e irrepetible. Ya la has hecho. Ya lo has dicho”. Como el teatro, le digo.

''Fer foc',

'Fer foc', "Relations del cos amb elements naturals en actions quotidianes (Hacer fuego, Relaciones del cuerpo con objetos naturales en acciones cotidianas), Fina Miralles, Sabadell, 1975. Foto: Carles Raurich.

La práctica performática es como cualquier práctica. “Lo importante es hacerla porque es la mejor manera para ti de explicar lo que quieres y ese explicar tiene que ver contigo esencialmente, de verdad. No es una parida mental. Es tu vivencia. Y es la única forma de que sirvan a ti y a los demás. Lo que nosotras hacemos es compartir lo que hemos descubierto. Y alguna se engancha”, sonríe Miralles.

En Catalunya la performance ha hervido con experiencias como el festival FEM y las Corpologías, jams de performance que Denys Blacker ha dirigido los últimos años desde su campamento en Madremaña (Girona). Mencionamos el flujo performático entre Girona y Barcelona, la importancia de la colectividad frente al individualismo, el grupo Theta, Ocells al Cap, la asociación Gresol, Materic y el Centre de Cultura de Dones Francesca Bonnemaison de Barcelona.

Los prejuicios empiezan a romperse por los márgenes. Como lo hicieron en 1936 Maruja Mallo, Nàdia Sokolova o Remedios Varo. Del movimiento logicofobista y del surrealismo pasamos a hablar de la obsesión actual de los artistas por dejar rastro en lugar de descubrirse como persona. “Una cosa es el producto, que me importa un pimiento, y otra lo que hay dentro, lo esencial. Yo no pienso las acciones. Me coloco en una situación de sentimiento. Lo central no es el pensamiento ni el debo hacer, es el quiero hacer. A la mierda el debo hacer. Se trata del quiero hacer y cuesta un huevo ese quiero hacer”, me explica Miralles.

Aquí llega la lección del segundo día: “La performance es un tipo de lenguaje que te da la posibilidad de sacarle todo el jugo a dos corrientes: la de tu propia vida y la de tu tiempo. Ha de ser intuitivo. Puede ser muy elaborado. Todo lo que quieras. Pero la importancia de la performance es esta inmaterialidad. La ligereza. La no estructura. La cosa que desaparece. Lo que pasa en un momento. Como la música clásica, que es más compleja. Se hace en el ahora mismo. De lo que ha pasado ya no te acuerdas. Y cuando te metes ¡es fantástica! No debes escucharla desde fuera. El mundo no debes mirarlo desde fuera. El mundo no es un teatro donde tú estás sentada. La performance es desde dentro. La música es desde dentro. El amor es desde dentro y hacia dentro. Es vital. El zen hace siglos que dice esto: la vida está dentro de ti. Te dan la vida para que la vivas. Fuera y dentro se juntan. Lao Tse dice: se lo dijeron y lo olvidó, lo vio y lo creyó, lo hizo y lo comprendió. Es el hecho de sentir y de vivir. A la gente le da miedo, porque es un caminito, aprender a fijarse y vivir plenamente. No es fácil. Hacerse humano. Poner la vida dentro de ti. Reconocerte y aceptarte. Ser humano es un trabajazo. No nacemos humanos. Nos hacemos humanos. Hacerse humano es un arte”.

En 2009, ya publicado el testamento vital de Miralles, la performer madrileña Nieves Correa me explicó que el posicionamiento de las prácticas performativas se situaba “frente a la cultura oficial que desde principios de los 80 se impuso en España con su forzado culto al objeto, al mercado y al individuo”. Y describió la performance como “una corriente subterránea que recorre los últimos cincuenta años de nuestra historia del arte, basada en la actitud, en el proceso y en las prácticas efímeras”.

Nos comemos un menú en un restaurante de Cadaqués. Damos un paseo marítimo en coche. Hablamos de lo que suponen cuarenta años de obra. El trabajo de Fina Miralles se está viendo este año en Montreal y en 2019 lo hará en el MACBA de Barcelona, en forma de retrospectiva. Nos despedimos. Marcho a Les Escaules, epicentro de La Muga Caula, encuentro de performance y poesía de acción.