Empar Pineda es uno de los grandes iconos del feminismo lesbiano. Forjó su identidad en los años sesenta, cuando la palabra lesbiana no era parte del imaginario y todo lo relacionado con la sexualidad se sancionaba. Recibió el bautizo lésbico con alegría: “Me dijeron que nada de amigas íntimas, que era lesbiana. ¡Por fin podía nombrar cómo me sentía!”
Con un pie en Barcelona y otro en Chueca, vivió todos los estadios de la lucha feminista y LGTB. Considera que desde los 80 “el activismo ha ido decayendo porque hemos ido ganando derechos y los jóvenes de ahora han nacido con muchas batallas ganadas”. Se ganaron muchas, pero no quiere caer en el victimismo. “A pesar de tener que esquivar leyes de peligrosidad social, el activismo era nuestra fuente de energía y felicidad”.
Esa energía logró focalizarse en el barrio de Chueca, pasando de las casas de amigas a “una libertad localizada que hacía que nuestro espacio público se ampliase y se contagiase a toda la sociedad, calando poquito a poco”. Eso sí, admite que se ha rebajado la impronta activista por un componente más lúdico, “aunque hay que pensar que, con los cambios sociales que ha habido, la existencia permanente de gente gay es en sí misma una forma de intervención social”.
“Los lazos con las compañeras”, las mismas que iban haciendo de sus casas reservas de libertad, son otros de sus grandes tesoros. Por ello fue una de las principales promotoras de los grupos de lesbianas mayores, en los que la visibilización siempre ha sido una constante. “Hay que ir con cierta prudencia, pero hay que romper con la invisibilidad en los ambientes de cada una”. Señala lo necesario de que haya más referentes de cierta edad, “y que las que tengan la posibilidad por sus circunstancias, salgan en los medios; y las que no, que vayan abriéndose y hablando de su sexualidad al menos en sus círculos más íntimos”.
Como Boti, otra cabeza de cartel de estas historias vivas del activismo, comunica sus aprendizajes: “Compartir lo que tú eres y cómo te sientes es la base de la felicidad. Ser cada vez más felices es algo que nos debemos las mujeres mayores”, y esto, sentencia, “solo depende de una misma”.