“Tengo un Dios que es un amigo y ama todas las vidas”

Ilustración de Ana Penyas
Tan dentro de ti
2 febrero, 2017

“Tengo un Dios que es un amigo y ama todas las vidas”

Diego Neira se apartó de la Iglesia católica al sentirse rechazado. Sus cuestionamientos le llevaron a escribir al papa Francisco, quien le invitó a Roma. Ahora su nombre va pegado a la descripción de “el primer transexual de la historia recibido en audiencia privada” por el sumo pontífice. Aunque vive su religión de manera íntima, alza la voz para gritar: “Aquí estoy para echar una mano”.
Mª Ángeles Fernández / Febrero de 2017
Macarena y Diego en su visita al papa Francisco./ Archivo personal de Diego Neira

Macarena y Diego en su visita al papa Francisco./ Archivo personal de Diego Neira

“Nacemos sin libro de instrucciones. A la manera de un sexador de pollos, nos clasifican en función de nuestros genitales: vulva o pene, mujer u hombre. No hay espacio para nada más. Nadie nos pregunta qué somos, cómo nos sentimos, qué queremos”

El despiste de Dios

Habla con dolor pero con fuerza. Con preocupación pero con seguridad. Con rabia pero con tranquilidad. Diego Neira querría haber pasado desapercibido, que nadie notara su caminar por la calle e incluso que le ignoraran. Durante mucho tiempo, no fue así. Ahora ya desdeña los insultos: “Ya no contesto, me va doliendo menos”, afirma recordando con indiferencia los comentarios que recibió hace apenas unas semanas en las calles de Plasencia, de donde es natural.

La reafirmación de su ánimo se la dio la visita al papa Francisco, a quien escribió buscando respuestas de manera utópica. “¿Por qué no podía yo vivir mi fe?”, se preguntaba. Vivir (o sobrevivir) durante 40 años en un cuerpo de mujer siendo hombre –“mirándote y no reconociéndote”- e iniciar su proceso de reasignación y normalización en la madurez le hizo alejarse de la Iglesia católica a pesar de ser creyente y practicante convencido.

“Me he criado en el catolicismo, pero ha habido un espacio de tiempo largo en el que he estado apartado porque no me sentía bien visto, ni querido, ni aceptado. Tuve un altercado con un sacerdote local, que me puso verde en la calle, y me aparté. Dejé de practicar de forma pública”. Habla en pasado. Porque su vida tiene nueva conjugación y tiempo verbal desde que se reasignó. Pero, sobre todo, desde que visitó en enero de 2015, junto con su pareja Macarena, al sumo pontífice.

Aquella carta que redactó para preguntar, como desahogo personal, por qué no podía ser hijo de la Iglesia tuvo un destinatario muy concreto: reconoce que Juan Pablo II o a Benedicto XVI nunca les hubiera interpelado. El sueño se convirtió en realidad: Francisco le llamó por teléfono y le invitó a Roma, convirtiéndose en el primer transexual de la historia recibido en audiencia privada por un papa. Sin dar detalles de la más de hora y media de conversación, explica qué ha supuesto para su vida: “Me reconcilié espiritualmente. Ahora camino más seguro y sin la sensación de hacer algo malo. Me reforcé en mi fe, que es inquebrantable”.

Diego Neira

El encuentro también marcó al máximo mandatario del catolicismo, quien mencionó a Diego Neira, durante una charla con periodistas en un avión que le llevaba a Roma después de visitar Georgia y Azerbayán: “Me escribió que para él habría sido un consuelo venir a verme. Me contó que en el barrio en el que vivía estaban el viejo sacerdote, el viejo párroco, y uno nuevo. Cuando el nuevo le veía, le gritaba desde la acera: ‘¡Te vas a ir al infierno!’ Cuando se encontraba con el viejo, le decía: ‘¿Desde hace cuánto que no te confiesas? Ven, ven…’. La vida es la vida, y hay que tomar las cosas como vienen”, explicó desde los aires.

Habla nuevamente de los recuerdos, ahora en presente. Neira, que ya pisa el suelo firme tras unos primeros momentos de flotar, cuenta su historia en el libro El despiste de Dios (Tropo Editores): “Para que mi historia no se quede ahí. No quiero que la gente sufra. Hay que tirar adelante”. Aunque siempre ha querido pasar inadvertido, decidió desnudar su alma y exponerse, para lanzar un grito de esperanza y decir “aquí estoy para echar una mano”. Asegura, de hecho, que su gesto ha abierto puertas: “Mucha gente hemos recurrido a los quirófanos para ser nosotros mismos. Estamos aquí y somos muchos”.

La campaña de Chrysallis Euskal Herria, bajo el lema ‘Hay niñas con pene y niños con vulva’, ni le gusta ni le convence. “Respeto absolutamente la intención de los padres que la han promovido, pero no estoy de acuerdo con los resultados. No está bien explicado, aunque a lo mejor soy yo, que no lo entiendo”, contesta al otro lado del teléfono. Así comienza la conversación con Pikara Magazine, en la que las preguntas preparadas no tuvieron ni necesidad de salir de la libreta.

¿No ayuda la campaña a la visibilidad y normalización de muchas niñas y niños? “Quizás venga de maravilla, pero a mí no me lo parece”, reflexiona. Su argumento es simple: “¿Por qué importa tanto si estás o no operado?” El tono de su crítica se eleva cuando reluce que colectivos ultracatólicos, como el Centro Jurídico Tomás Moro, quieren llevar el tema a la Fiscalía por “un posible delito de corrupción de menores”.

“¡Qué barbaridad! Que dejen a la gente en paz. No sé dónde tienen la humildad católica y el respeto al prójimo. Van de jueces de la vida de los demás y habría que ver la suya”, expresa muy enfadado.

 

“Yo no quería resignación cristiana, como pedían en la catequesis, yo quería reasignación. Yo quería operarme. (…) Yo quería llamarme Diego en mi documentación, yo quería respeto. En realidad, yo quería querer y que me quisieran, como todos”

El despiste de Dios

“Fui transexual, ahora soy un hombre”

El tono cambia hacia el alivio. Logró la reasignación; y de manera muy rápida, en apenas 15 días, tuvo la nueva documentación. Su primer paso fue la operación de pecho –“lo más urgente, porque llevas toda la vida tapándote con un vendaje, sin poder ir a la piscina o la playa; con llagas”- y luego la hormonación, donde sí surgieron problemas. El primer facultativo con el que se topó le negó el tratamiento por su diabetes, pero todo se solucionó con la aparición del doctor Peñalver: “Es mi creador, mi tercer dios, porque el segundo es el papa”, afirma con tono agradecido. Y, aunque mantiene el acento para referirse al trato del Servicio Extremeño de Salud, añade que “hubo algún médico que se declaró objetor para no operarme, pero si no es uno será otro; el problema está en su cabeza”.

En pretérito también conjuga esta etapa: “Durante un tiempo he sido transexual, no lo he escondido y me ha enseñado a vivir de manera más fuerte. Fui transexual, sí; pero ahora soy un hombre, no un hombre trans”.

Habla con dolor, rabia y alegría. Los sentimientos se mezclan en una conversación larga, fluida, con muchas notas y pocas pausas. “He estado 40 años viviendo en una cárcel. Y no saldré nunca, pero tengo permisos”; “la vida me ha regalado muchas cosas”; “¡me vas a condenar a mí, si me han hecho así!”; “he tenido una vida jodida, aunque sé que hay peores que la mía, así que no me puedo quejar”, encadena. Y habla de su madre, ya fallecida; de las lágrimas que lloró por él y de cómo le protegía; habla de su familia, que siempre estuvo ahí, dice; y de Macarena, su pareja, con quien ha compartido los últimos años.

“Tengo un Dios que es un amigo y ama todas las vidas”, deja claro durante la conversación a la par que se sitúa alejado de las altas esferas –“¡cuidado con la curia!”, advierte-. Vive su religión de manera íntima, en pequeñas iglesias o parroquias, en un rincón: “Voy a una capilla chiquitita que está al lado de mi casa, que es de una congregación de madres de clausura, y allí hablo con mi amigo”. Con ese Dios que se despistó con él, pero al que le cuenta y le habla.